martes, 13 de octubre de 2009

Mi aventura de ser maestro

Entre las cosas que uno espera no le sucedan jamás está el ver su profesión o trabajo como un mal necesario, como una condición para la subsistencia. Un maestro en esta situación sería muy desdichado, y sus alumnos, de uno u otro modo, resentirían los efectos de semejante desgano.

En “La aventura de ser maestro”, José M. Steve comparte experiencias y emociones que ha vivido en sus 25 años de profesor, tras los cuales sigue pensando, para suerte suya y de sus pupilos, que “la enseñanza recupera cada día el sentido de una aventura que te rescata del tedio y del aburrimiento, y entonces encuentras la libertad de expresar en clase algo que te es muy querido”.

Mi caso es como el de muchos, a la docencia me llevaron las circunstancias más que una decisión planeada; pero como muchos también, encontré buena parte de mi realización personal y profesional en la escuela, en la convivencia con jóvenes alumnos que quieren y necesitan alcanzar metas y que suponen estamos ahí para apoyarlos.

La actualización profesional en el área y las asignaturas que nos corresponden para tener un dominio pleno de nuestro campo, así como en el aspecto pedagógico, son fundamentales para que respondamos cabalmente a las expectativas de los muchachos; pero también lo es –y en esto soy insistente- la actitud, pues necesitamos sentir y transmitir ganas de hacer las cosas, pues desde ahí generamos un ambiente de interés y de participación en clase.

Me gusta el enfoque del autor. El maestro debe reunir ciertas características de un aventurero: Pasión por conocer, descubrir mundos nuevos, crear nuevas rutas para llegar a una meta, emocionar a los demás para que emprendan su propia aventura. ¿De acuerdo?

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